Después de unos días de confusión por los acontecimientos, Paola decidió irse a Tebar. Durante esa temporada se dedicó a meditar y a pasear por las calles del pueblo, sin problemas, sin horarios, como cuando era pequeña.
Al atardecer se daba unos paseos por las calles del pueblo, saludando a la gente que calmadamente charlaba en los pequeños patios.
Esto le sirvió para recordar los largos días de verano que pasaba en el pueblo hasta comenzar el colegio. Pero sobre todo para recapacitar y atar algunos cabos sobre la trama que estaba viviendo; la embajada de Islandia, las persecuciones...